Parece mentira, pero el blog no tardará en cumplir tres años, y durante esta irregular andadura hemos llegado a un pequeño primer hito: la reseña número cien. Y para esta especial ocasión, he decidido revisitar una antaño codiciada gema, que hemos podido disfrutar ya en varias ocasiones.
Soy un fan de las cervezas belgas, y en particular de las trapenses; a la vez, durante los últimos años he desarrollado cierta antipatía por las cervezas excesivamente dulces (me vienen a la cabeza casi todas las Grimbergen, por ejemplo). Relacionando estas dos tendencias, pese a que las trapenses son bastante más secas que otras cervezas de abadía, no es fácil encontrar el punto de equilibrio en el que el aporte amargo es el justo y necesario para compensar el aporte de malta en una cerveza contundente, sin robarle el protagonismo al propio cereal.
Y justo cuando se da este punto de equilibrio mejor podemos disfrutar de toda la gama de aromas que se esconden tras las cervezas trapenses, sin que queden disfrazados por los sabores primarios. Este es el caso de las Westvleteren, y en concreto de la Westvleteren 12.
Una cerveza artesanal de esta contundencia requiere de una larga evolución, por ello cada botella tiene unas características únicas, determinadas en función de su fecha de elaboración, edad y las condiciones de maduración; es maravilloso descubrir en cada ocasión una nueva sinfonía de aromas a malta, caramelo, fruta, especias, todo ello en una bebida suave en al paladar, y bien integrada. Todo esto lo podemos disfrutar en cualquier trapense, pero aún destaca más en la Westy 12.
Nos encontramos ante una cerveza catalogada en el pasado como «la mejor del mundo»; no soy muy amigo de este tipo de galardones, que en muchas ocasiones esconden tras de si un producto cuya calidad es inversamente proporcional al esfuerzo de marketing realizado. Pero, ¿es este también el caso? Creo poder asegurar que sí: pero en este caso es la calidad la magnitud exaltada, al contrario del marketing; parece que los monjes trapenses incluso siguen vendiendo la cerveza a precios contenidos, fiel a su estilo de vida.
Quizás me haya dejado llevar por las expectativas; espero que no. Sea como fuere, la prefiero incluso a la Rochefot 10.
Recomendada, a secas.
Valoración: 5+